28-03-2019 - OPINIÓN La mentira de los 70 años Por Enrique Minervino.
Luego de haber participado en una reunión con el presidente Macri, el intendente linqueño, Salvador Serenal, expresó que ya no se puede volver al “populismo corrupto” porque, según su apreciación, “destruyó a la República” e, inmediatamente, propuso la continuidad del camino iniciado por el actual gobierno como solución para “sanear la economía, acabar con la inflación y reducir la pobreza”.
En el mismo sentido, Macri repite una y otra vez que la Argentina “vive 70 años de decadencia” para culpar de los males que su propio gobierno ha generado, a los populismos que gobernaron el país. El presidente del comité linqueño de la UCR, Eduardo Maffía, se sumó al coro de los “setentañeros” y expresó, hace unos días, que “el país hace 70 u 80 años que viene a los tumbos”.
El vicegobernador Daniel Salvador fue aún más lejos cuando habló de “destruir el populismo”, y reivindicó la (vergonzosa) alianza de la UCR con el PRO, porque les “permitió sacar al kirchnerismo”. (Si don Raúl viviera y escuchara esto, Salvador no estaría más en el radicalismo). Los paréntesis son míos. Disculpen el exceso de los mismos, pero las aclaraciones lo ameritan.
La verdad histórica es muy distinta de lo que dicen estas irresponsables expresiones y nos muestra que este discurso tiene falsedades y errores conceptuales muy severos que le quitan legitimidad y muestran un alarmante desconocimiento de nuestra historia. Cuando hablan de “los últimos 70 años”, los dirigentes de “Cambiemos” nos remiten a los comienzos del primer gobierno peronista, que sería, para ellos, el símbolo del populismo y, según su pobre o interesado razonamiento, estamos estancados desde entonces por las malas políticas populistas.
Esto es lisa y llanamente una mentira. La derecha que genera este discurso antipopulista, caracteriza a ese tipo de gobiernos como asistencialistas, demagógicos, nacionalistas, que gastan mucha plata, generan inflación y afectan el crecimiento. Pero si hacemos una simple comparación entre los períodos neoliberales y populistas de los promedios anuales de crecimiento e inflación, comprobaremos esta falacia. Porque, en los últimos 70 años, los períodos “populistas” fueron los de mayor crecimiento (4,2%) y los de menor inflación (25%). En cambio, en los períodos donde hubo gobiernos neoliberales, el crecimiento (0,8%) fue mucho menor, y la inflación (305%) mucho mayor. Los datos son contundentes y 70 años son suficientes para demostrar la mentira. Por el contrario, los tumbos que dice el presidente de la UCR se dieron en los períodos en los que estuvieron los gobiernos neoliberales como el actual, que él tan fervientemente apoya.
Esta mentira puede ser repetida en algunos casos por ignorancia, pero, desde las usinas que se elaboran, tienen un fin muy claro, el cual consiste en desprestigiar a los gobiernos populares (que ellos llaman despectivamente “populistas”) para hacernos creer que el neoliberalismo voraz que proponen es “el único camino”, como siempre lo dice el Presidente.
La verdad es que a la derecha neoliberal le molestan los gobiernos “populistas”, porque promueven un modelo económico de redistribución de riqueza con una mayor intervención del Estado a partir de regular el accionar de los diferentes actores, entre ellos, a las grandes corporaciones económicas. Y lo cierto es que la derecha no se banca un Estado nacional garante de la justicia social. Y tampoco se banca que las masas populares, que históricamente estuvieron excluidas, se incorporen a la arena política. Ésta es la otra característica fundamental del populismo, que, de este modo, garantiza la verdadera democracia, aquella donde el pueblo en su totalidad participa de la cosa pública y en la que los gobiernos dejan de ser meros administradores, para convertirse en artífices de la transformación de la realidad. Y eso les molesta.
Mientras la derecha, a través de los funcionarios de “Cambiemos”, repite como un mantra esta diatriba sin sentido contra el populismo, nosotros decimos desde aquí que, en los últimos 70 años, los peores momentos fueron aquellos en los que gobernó el neoliberalismo, donde hubo mayor inflación, menor crecimiento y el Estado de derecho fue vulnerado una y otra vez.
Para terminar de ilustrar la diferencia entre los gobiernos populares y neoliberales, veamos que pasó en los últimos doce años. El país se desendeudó; el presupuesto destinado a educación fue superior al 6% como jamás sucedió en la historia argentina; la inversión en ciencia y tecnología hizo que los científicos volvieran al país y que la Argentina lanzara dos satélites al espacio; el plan “Conectar Igualdad” proveyó de una computadora a todos los alumnos secundarios y terciarios del país; el plan Procrear hizo que muchos accedieran a su vivienda propia; se realizaron miles de kilómetros de rutas y autovías; se construyeron más de 2.000 establecimientos educativos y 14 nuevas universidades en todo el país; el déficit fiscal (al que los neoliberales culpan de todos los males) era en 2015 mucho menor que el actual; el mismo año contábamos con el salario promedio más alto de Latinoamérica, el índice más bajo de desempleo en años (5,8%); y una inflación en baja del 23%.
Ésa fue la famosa “pesada herencia” que el gobierno popular o “populista” le dejó a “Cambiemos”, quien, luego de tres años, se encargó de destruir uno por uno estos logros y conquistas. Porque son la derecha que defiende otros intereses, no los del pueblo, y porque a la derecha le molestan los gobiernos populares que transforman la realidad y redistribuyen la riqueza para darle mayor bienestar al pueblo. Así, en poquito tiempo, “Cambiemos” nos endeudó a 100 años, bajó el poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, echó a los científicos, ajustó el presupuesto en todas las áreas, eliminó el Procrear y el “Conectar Igualdad” y está sumiendo en la pobreza a todo el pueblo argentino. Pero, para Macri, Serenal, Salvador, Maffía y compañía, la culpa de los males que hoy aquejan al país la tienen los “70 años de populismo”. Sería bueno que no nos mientan más y que, antes de hablar, repasen la historia. La verdadera.
Por Enrique Minervino.
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